La vida cristiana es permitir que cada día Dios nos hable
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Pablo no citó este texto para regañar, sino para advertir con cariño: podemos tener todos los sentidos en perfecto estado y, aun así, pasar la vida sin realmente percibir lo que Dios quiere decirnos.
¿Escuchas o solo estás de fondo?
Hoy quiero compartir algo que me removió el corazón cuando lo leí: al final de su vida, el apóstol Pablo recordó unas palabras del profeta Isaías: «Tenéis oídos y no oís; ojos y no veis». Lo encontré en Hechos 28:26-27. Pablo no citó este texto para regañar, sino para advertir con cariño: podemos tener todos los sentidos en perfecto estado y, aun así, pasar la vida sin realmente percibir lo que Dios quiere decirnos.
¿Qué significa “no oír” hoy?
Imagina que te llega un mensaje de voz de tu mejor amigo. Lo escuchas mientras haces scroll en redes, así que solo captas la mitad. Al día siguiente él te pregunta: «¿Entonces sí puedes ayudarme?». Tú quedas en blanco. Eso es “tener oídos y no oír”. Escuchamos sermones, playlists cristianos, podcasts, pero ¿cuánto llega al corazón?
Ejemplo práctico:
– Esta semana, escoge un pasaje breve (por ejemplo, Juan 10:10).
– Léelo en voz alta, luego cierra los ojos y repítelo.
– Pregúntate: ¿qué palabra salta? ¿Qué me dice Jesús hoy con eso?
– Anótalo en el celular. Al final del día revisa si esa palabra se cumplió en alguna conversación o decisión.
¿Y “no ver”?
Significa mirar sin captar el valor. Vas por la calle y hay un cartel gigante de tu marca favorita; lo notas al instante. Pero ¿ves al compañero de clases o de trabajo que lleva tres días callado? ¿Ves la oportunidad de decir “gracias” a mamá o de pedir perdón a papá?
Ejemplo práctico:
– Hoy, cuando abras Instagram, antes de pasar la primera publicación, ora: «Dios, ayúdame a ver lo que Tú ves».
– Después, mira a tu alrededor: ¿hay alguien que necesite una palabra? Escríbele. A veces es más fácil empezar por chat que en persona.
Cómo entrenar los ojos y los oídos del alma
Pilares pequeños, efectivos y reales:
a) Silencio programado
Empieza con tres minutos diarios sin pantalla. Reloj en modo avión. Solo respirar y repetir: «Aquí estoy, Señor». Al principio sentirás ansiedad; a la semana notarás que tu mente se calma más rápido y empieza a captar ideas, nombres, recuerdos que Dios usa para hablarte.
b) Diario de gratitud y aprendizaje
Cada noche anota:
– Una cosa buena que viste (ej.: la sonrisa del chico del bus).
– Una enseñanza que oíste (ej.: la frase de la predicación: «Dios no se rinde conmigo»).
Con solo cinco líneas, entrenas ojos y oídos a buscar lo que Dios ya está mostrando.
c) Cuentas claras
Pregúntate cada domingo: ¿esta semana vi a alguien necesitado y lo ignoré? ¿Escuché a Dios y lo pospuse? No se trata de sentir culpa; se trata de corregir el rumbo. Si fallaste, anota cómo puedes mejorar la siguiente vez y pídele a Dios fuerza para hacerlo.
Historia breve para cerrar:
Un chico de nuestra iglesia, Andrés, iba todos los domingos al culto, pero salía igual de vacío. Un día, en el silencio de su cuarto, decidió probar el método del pasaje breve. Leyó: «El Espíritu del Señor está sobre mí… ha enviado a sanar los corazones rotos» (Lucas 4:18). Esa frase le pesó. A la semana siguiente, en la cafetería, vio a una compañera llorando sola. Recordó la frase y, en vez de pasar de largo, se acercó: «¿Estás bien?» Escuchó su historia y pudo orar con ella. Hoy ambos son líderes del grupo de jóvenes. Lo que cambió no fue la iglesia, sino sus ojos y sus oídos.
Desafío de hoy:
Antes de dormir, haz esta pequeña oración: «Jesús, abre mis oídos para que no solo escuche, sino que entienda. Abre mis ojos para que no solo mire, sino que ame». Luego, mañana a la hora del almuerzo, busca un detalle que antes pasarías por alto: una conversación, una flor, una necesidad. Actúa en base a lo que veas y escuches.
Pablo lo entendió al final: la vida cristiana no es acumular eventos, sino permitir que cada día Dios nos hable y nos mueva. La buena noticia es que no depende de nuestros sentidos físicos, sino de un corazón dispuesto. ¿Lo tenemos?
Escrito por Kimi